lunes, 25 de agosto de 2008

Música porque sí

Una guitarra, un violonchelo y algunos elementos de percusión, matizados por una voz femenina. Las luces amarillas apuntaban a los músicos, pero invadían la sala. Los libros seguían ahí, ignorados por los espectadores, que sólo se dedicaban a escuchar. Esa fue la atmósfera que generó el trío de música latinoamericana Música porque sí, en La Biblioteca Café, el jueves pasado.
Con un repertorio de bossa nova, en portugués y en francés, y canciones tradicionales de diferentes zonas, como un canto de ordeñe venezolano, o una canción de cuna colombiana, Morena Leza (violonchelo, voz y udú), Juan Pastrana (guitarra) y Pablo Santos (percusión) hicieron valer sus años transcurridos en el Conservatorio de La Plata. Con arreglos de su autoría, y la técnica de más de diez años de estudio, lograron acercar el mundo académico a lo cotidiano de una cena- show para no entendidos. Sin pedantería, sus conocimientos se traslucen en la manera de interpretar, en la relación con lo que hacen, y no en una puesta en escena afectada. En ningún momento dejan de ser tres amigos que no superan los 25 años.
El espacio es reducido, y genera un clima intimista. La organización del lugar permite disfrutar de todo, de la comida y de la música, ya que el comienzo del espectáculo está marcado por el fin de la cena. Una vez que comience la música, no habrá meseras circulando, ni ruidos de cubiertos. Cada cosa a su tiempo, el postre llega en el intervalo que hacen los músicos.
Después de un año de tocar en bares de La Plata, el trío llegó cerca del Obelisco. Se despidieron con “Leonzinho”, de Caetano Veloso, acompañados por Ulises Urdizian en percusión. Así llegó a su fin la noche del jueves, con buena música.

Para los que se quedaron con ganas:
* Sábado 18 de octubre, a las 17, en La Biblioteca Café. Marcelo T. de Alvear, entre Cerrito y Libertad.

domingo, 24 de agosto de 2008

Aquí mismo

“Ponela a circular, sino no puedo operar” fue la sentencia del Cuervo Flores al Tenso. Y así es como aparece mi barrio en la nueva película de Juan Taratutto, Un novio para mi mujer. Sin saberlo, me encontré con Bernal visto a través de la gran pantalla, en un cine ubicado a tan solo 30 o 40 cuadras de la calle céntrica de Félix Bernal, por la que camina la Tana, en la piel de Valeria Bertucelli.
Sí, es una pavada, pero una gran sorpresa para mí, y calculo que para todos los que reconocieron la calle 9 de Julio, el cartel de la zapatería, la galería más desierta y más deprimente que puede haber (¿no habrán encontrado otra que les quede más cerca de la city porteña?), algún que otro negocio, y la puerta de madera imponente, frente a la cual esperan que pare la lluvia los personajes.
De todos modos, Bernal está recortado, como toda la película. El barrio de los protagonistas es otro, que no pude reconocer. El camino que recorren para llegar a una parrilla alejada también es irreconocible, con sus eucaliptos alineados. Incluso la realidad está recortada: la Tana sale idílicamente en plena noche con su bicicleta hacia alguna cita furtiva, en una noche de verano.
El nudo de la película, su crisis de pareja, también está recortado en el relato de los protagonistas, que va y viene desde el pasado hacia el presente. El papel del Cuervo no llega a la contundencia propia del galán venido a menos, la supuesta frutilla de la película se pierde atrás de Valeria Bertucelli, que con su odio a la vida se come toda la película.
A pesar de tantos recortes, la película logra un efecto de unidad, en el cual a fuerza de simpatía y cotidianidad logra la complicidad del espectador, que acepta pasar por alto todas las “irrealidades” en una pretendida comedia romántica realista. Un novio para mi mujer, como su título poco llamativo indica, es una comedia liviana, que invita a reírse en serio, y, solo para unos pocos privilegiados, ver en pantalla grande el minúsculo centro comercial de Bernal, tantas veces caminado.

viernes, 15 de agosto de 2008


* En Colonia del Sacramento, Uruguay

miércoles, 6 de agosto de 2008