A Julio César Cleto Cobos le tocó desempatar en la puja entre el Gobierno y el Campo. Después de más de 4 meses de conflicto, el problema parecía llegar a su fin. Eran pasadas las 4 de la madrugada, y el vicepresidente estaba entre la espada y la pared. Todos habían hablado, y él fue el elegido para poner la balanza para un lado o para el otro. Frente a este panorama, su discurso estuvo cargado de tensiones, y lo que prevaleció en él fue el tono moderado. Humilde y sin arrogancias, lo único que faltaba era que se pusiera de rodillas y clamara por un perdón que hasta el momento está en suspenso.
“Este es el día más difícil de mi vida” declaró nervioso, tocándose compulsivamente la frente, gesto que ponía de manifiesto su estado interior. ¿En que circunstancias, un hombre maduro, un vicepresidente, ejerciendo sus funciones, cataloga de “difícil” el desempeño de su trabajo? ¿Qué presiones corrían junto con el sudor de su espalda? Más allá de la responsabilidad que tiene como presidente de la Cámara de Senadores, y de la tensión lógica de todo lugar de poder, este hombre parecía apesadumbrado, puesto en un lugar que jamás hubiera elegido. Y cada una de sus palabras delató esto.
En el momento del veredicto final, afirmó: “La historia me juzgará. No sé cómo. Y me perdone si me equivoco. Mi voto no es positivo”. Abundaron los pedidos de perdón y los eufemismo, en un discurso en el que más que anunciar una decisión, Julio Cobos parecía estar buscando un lugar donde resguardarse y defenderse por tener una opinión esta a la del oficialismo. Para tratar de matizar este hecho, garantizó que no estaba votando en contra del gobierno, sino que estaba actuando según sus convicciones. “Formo parte de este gobierno” agregó, por si a alguien le llegaba a quedar alguna duda.
Julio Cobos es el vicepresidente de la nación. O sea, es parte del Poder Ejecutivo. Pero también es el presidente de la Cámara de Senadores. Por lo tanto, también es parte del Poder Legislativo. Y cada uno de los poderes tiene autonomía. Ayer el vicepresidente hizo uso de esa autonomía, pero dejó traslucir en sus palabras un alto grado de miedo. Los pedidos de perdón son innecesarios cuando se actua en plena libertad y guiado por las convicciones. No hay poder, por omnipotente que sea, que pueda contra la rectitud de una persona. Aunque se esté asustado, aunque se corran muchos riesgos. Demasiados, si se considera que este es un país democrático, en el que cada uno elige lo que le parece correcto.
1 comentario:
Hola Renata! Nada que ver con tu post, perdón por la intromisión, pero te he dejado tarea para el hogar en mi blog... Claro, no tenés que hacerla, claro..
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