viernes, 28 de marzo de 2008

Cristina, D´Elía, el campo y la mar en coche

Cuando yo era chica creía que una protesta de cualquier tipo significaba para el gobierno una espina clavada. Una espina que no sólo dolía, sino que era vergonzosa, y se me ocurría que adentro de las paredes rosas debían estar muy preocupados buscando una solución a lo que estaba pasando.
Así fue como la carpa de los docentes, las abuelas de plaza de mayo y los jubilados con su paciente persistencia semanal, cada uno con sus reclamos, me parecía un problema realmente grave, y me apenaba tanto que ellos tuvieran que padecer las injustitas que padecían, como el “pobre gobierno que debe estar desesperado, tratando de buscar la mejor manera de ayudar a esa gente”. Las protestas siguieron su curso, los oídos sordos permanecieron sordos, muchas veces inmutables, y con los años, en vez de disminuir el malestar, se fue acrecentando. Los grupos que protestaban se fueron haciendo cada vez más numerosos, y se sumaron los trabajadores de hospitales, los profesores universitarios, los camioneros, y una larga y conocida lista de etcéteras. Vale aclarar que la indiferencia creció con la misma rapidez que la protesta. Paradójico.
Los años pasaron, y perdí esa candidez en mis consideraciones sociales. Lamentablemente un reclamo no implica que haya gente dispuesta a solucionar aquello que está funcionando mal. Es más, faltan oídos para que los reclamos lleguen a donde tienen que llegar. La cadena está bloqueada, y la protesta perdió su carácter de protesta. La ciudad se ve atestada por diferentes grupos que se manifiestan casi constantemente, y ya se convirtieron en un adorno más del paisaje citadino. Los turistas sacan sus cámaras con ojos azorados, parecerían los únicos que advierten su presencia. En realidad son dos los grupos que reconocen los gritos y el caos: los turistas y todo aquel que quiera trasladarse por vía terrestre (y muchas veces por vía subterránea también). Es una pena que no los adviertan quienes verdaderamente deberían advertirlos. Y eso que están ahí, gritándoles las cosas en la cara. Pero no, las paredes de la Casa de Gobierno parecen ser demasiado gruesas.
Una lástima que nada funcione como yo lo creía de chica, una lástima que no se pueda hablar, una lástima que pesen más las cuestiones macro-económicas y políticas que el día a día de todos los argentinos que vivimos en este suelo. A todos y cada uno de los que son responsables de estos episodios vergonzosos: una lástima.

sábado, 22 de marzo de 2008

¿Mamíferos ovíparos?





A ver…tratemos de poner un poco de orden. La Semana Santa y la Pascua son fechas conmemorativas de la religión cristiana. Se conmemora la Pasión y Resurrección de Jesús, a través de la cual el cristianismo se desprende del judaísmo. Esto para los que tienen fe. Para otro grupo grande de gente, estos días feriados no son más que eso, días de vacaciones, cuando la actividad laboral y estudiantil ya ha comenzado.
Entonces, estos días se configuran entre el disfrute, la indiferencia y la fe. Cada uno le da a estos días el significado que desea, movido por los más diversos motivos. Paganismo, ateísmo, catolicismo, demasiados ísmos concentrados, para tan pocos días. Y como si fuera poco, la casi única “tradición” que subsiste homogénea a pesar de las diferencias: ¡los huevos de pascua! Las esferas de chocolate parecerían el único lazo que une a tantas creencias y actitudes frente a estas fechas. La gula y la tentación del chocolate.
Pero no todo es tan sencillo, también hay diferencias e incongruencias respecto de esta tradición alimenticia. No hay que olvidar la diversidad de formas que adquiere el chocolate: huevos, conejos y gallinas. A eso hay que agregarle las diferencias de origen. Algunos padres tienen la costumbre de esconder los chocolates por la casa, para que los niños correteen por la casa para encontrar las delicias ocultas. Otros bogan por la existencia del Conejo de Pascua, que es quien traería los huevos, vaya uno a saber por qué se relacionan cosas tan disímiles como un conejo, la pascua, y los huevos de chocolate. Por último, está la gallina, que sería el animal lógico al cual relacionaríamos los huevos. Pero frente a un animal tan poco valorado en la zoología, uno se pregunta qué tendrá que ver la gallina en todo esto.
Resumiendo: un fin de semana de cuatro días (el feriado del lunes es algo circunstancial; caprichos del calendario nomás), en el que confluyen las creencias más profundas y fundamentales de la Fe católica; el turismo, el chocolate y ciertas prácticas familiares difundidas en muchos hogares. Ah! Y la rosca de pascua, que también debe tener todo un significado alegórico.
Demasiadas cosas en nuestra cultura, que ya de por sí es bastante cosmopolita. Pero más allá de las diferencias, es una fecha para encontrarnos, para pensar y creer (quien así lo sienta necesario) y para disfrutar (quien así lo sienta necesario también). El resto, es vanidad de vanidades.

¡Felices Pascuas!

jueves, 20 de marzo de 2008

Literatura y Fe

“Ocurre esto muchas veces, no hacemos las preguntas
porque aún no estábamos preparados para oír las respuestas,
o, simplemente, por tener miedo de ellas. Y, cuando encontraos
valor suficiente para hacerlas, es frecuente que no nos respondan,
como hará Jesús cuando un día le pregunten, Qué es la verdad.
Entonces se callará hasta hoy.” (Pág. 263)

“Y Jesús les decía a todos, Quien tenga oídos que oiga,
si no dividís, no multiplicaréis.”
(Pág. 415)


José Saramago recrea un perfil particular de Jesucristo, nos lo presenta en toda su profundidad humana, con sus dilemas y claroscuros. Ante todo, no hay que olvidar que este Evangelio según Jesucristo es a su vez según Saramago, por lo tanto, no se le debe conferir ninguna autoridad ni veracidad, más que la cuota de complicidad que uno está dispuesto a pagar cuando lee ficción. Estamos frente a una ficción, no hay más vueltas que darle. Será una ficción con características realistas, que trata de reconstruir la figura de Jesús desde la literatura, y en ningún momento plantea como verdadero e inapelable aquello que dice. Por lo tanto, los juicios condenatorios que se han hecho respecto de esta obra provienen sólo de voces que olvidaron que la literatura no es más que literatura. Y que funciona a través de un pacto común en el que ambas partes concuerdan en “expresar y creer en esa verdad literaria”. Si nos salimos de ese límite, entramos en discusiones sin sentido.
Estamos en Semana Santa, una época de rememoración y festejo religioso, que por nuestros tiempos se hace extensiva a todo aquel que disfrute el hecho de no ir a trabajar ni a estudiar, y festeje el regalo que este año nos hizo el calendario con un feriado el lunes. Así se vive la Pascua por estos días para la mayoría de la gente. En mi caso, no me es una fecha tan lejana y ajena, muy por el contrario, la crianza y la tradición familiar siguen teniendo su peso. Es por eso que se me ocurrió escribir sobre este libro justamente ahora, a pesar de que lo leí hace algunos meses.
En la contratapa Luciana Stegagno Picchio escribe: “El Evangelio según Jesucristo responde al deseo de un hombre y de un escritor de excavar hasta las raíces de la propia civilización, en el misterio de su tradición, para extraer las preguntas esenciales”. Saramago cuestiona todo, pone a prueba cada uno de los dogmas de la fe, ya desde el comienzo de su historia. María no es virgen, sino que concibe a Jesús como el resto de las mujeres mortales. Pero el elemento celestial sigue presente, ya que es el Arcángel Gabriel quien le anuncia que está esperando un hijo. Así es como paso a paso el autor configura un historia absolutamente terrenal y dentro de los límites de lo “lógico y racional”, pero con una profundidad y un misterio en la narración que lo acercan de manera sorprendente a los misterios centrales de la fe, mantenidos hasta nuestros días.
Este evangelio no es un tratado teológico, ni una doctrina, sino la historia vista desde otro lado, con algunas variaciones. Sin embargo hay algo que subyace y que no se pierde, cierta profundidad, cierto respeto sagrado. Dios dialoga con el Diablo, es cuestionado y puesto a prueba por él. También es cuestionado por su propio Hijo. Absolutamente todo está puesto en tela de juicio, pero a la vez, todo vuelve a su lugar, se acomoda de manera natural.
Los personajes muchas veces perturbados irradian cierta paz y los diálogos se tornan filosóficos-teológicos, pero sin abandonar el estilo sencillo de Saramago, sin grandes circunloquios y complicaciones. Jesús se nos presenta con toda la fuerza que es capaz de conferir la literatura. Sin negar las Sagradas Escrituras, el autor se vale de ellas para delinear este personaje que se nos torna cercano y accesible, casi como un amigo. Es por eso que todas las acusaciones que se le han hecho están de más. Saramago no se está proponiendo como el dueño de la verdad, ni está socavando las raíces de una religión. Es mucho más sencillo que eso: está escribiendo una verdadera obra literaria, haciendo uso de uno de los conocimientos compartidos más difundidos de la historia.

* Saramago, José; El Evangelio según Jesucristo; Argentina, Alfaguara, 2004.

(Otra lectura por el estilo: El Evangelio según el Hijo de Norman Mailer)

lunes, 17 de marzo de 2008

Sangre en las venas
te digo y me decís
y nuestro pulso, cruel detractor de
barbaries
que no conocimos, perpetuo carnaval
que se nos
aparece junto a los ojos…

Felina, la mujer-pez se acerca y me
acaricia, me mima
con sus palabras escritas en un viento
cambiante, que
acompañó la mutación del mar, el
cambio de estaciones
sagrado…

Y saber que cada vez falta menos, que
nuestra época
todavía no ha comenzado, y que
inventaremos historias
hermosas con finales tristes en alguna
habitación
vacía, que nos tendrá como únicos
habitantes

Y treparemos a las paredes
y dejaré que me mates
para matarte luego yo
y quizás nos encontremos una noche
de lluvia,
y contemplaremos, seremos los
testigos de esto que
no me animo a definir como historia,
libro o mandala,
nuestra hermosa y maldita cárcel
kármica que supimos
conseguir…

No le hagás caso a mi voz…vos
sos la
verdadera voz, la palabra, el
designio…yo soy el
dibujo, la imagen vista desde lejos, ese
que se te
acercará, te devolverá tu corazón de
cristal después
de tanto tiempo, y te abrazará, te besará
y te
invitará a nadar contra la corriente a su
lado para
siempre…

El milagro de los colores
tu pelo, mitad
hermosa cara para ser dibujada
voy a desterrarte infinitamente de
tu cárcel,
vos no estás hecha para seguir
formando parte de
colecciones, de listas aleatorias y
humanas…

Somos culpables de la eternidad,
Maga…la
palabra maldita te encierra, a mi
también…vos sos la
Maga que me encontró, yo soy el
Leandro que un mayo te
quiso dibujar…

Estamos rompiendo las leyes de
la identidad
convencional, estamos destrozando las
imaginarias
barreras de espacio y tiempo, nunca
creímos en las
distancias ni en los mares
premonitorios…aunque sé
que aún existe un miedo…sé que la
entrega tendrá que ser absoluta,
o no servirá para nada que hayamos
engañado a los relojes…

Perfecta musa para este pintor de
muñecos desnudos
cuando nos veamos de nuevo
detendremos los
relojes, y permaneceremos eternamente
en ese primer
día, nuestro libro nunca dejará de
comenzar, nos
sorprenderá con las metáforas de las
que formaremos parte…
la penúltima canción continuará
sonando…

Vamos a enterrar a nuestros yo
equívocos
quiero equivocarme de nuevas
maneras a tu lado
poeta maldita,
dama asesina,
princesa vampira, mujer
mujer-pez,
ojos de gata,
Maga,
mi error más hermoso
o mi hermosura más
errónea…
preparemos las alas, mitad…
vas a ver que los peces
pueden volar…


Julio Cortázar.

miércoles, 12 de marzo de 2008

“Suenas a realidad tridimensional, a viable, a olor de multitud, a fiesta, a vida ciudadana, a humedad de noche en la playa, a un apretado fin de semana, a hoguera, humo y ruido, a amistad que dura y es fecunda, a cobijo de la intemperie, a valses y canciones, a canciones de madre, a jotas, danzas y fandanguillos, a vino y guitarra, a amores sosegados, a locuras poéticas, a licencias de sensatez, a morbo y masoquismo, a incomprensión compartida, a paredes húmedas con olor a amor, a saliva amarilla, a fruta olorosa, a mar mediterráneo, a bosque urbano, a celos y pasiones, a largos paseos de noche, a ilusiones y sueños de adolescente.”

Julio Cortázar

sábado, 8 de marzo de 2008

Andy y la filosofía

Andy Warhol, como todos sabemos, era pintor. Pero, como pocos sabemos, también escribió libros, por lo que se puede decir que era escritor. O un pintor que a veces se dedicaba a escribir. Mi filosofía de A a B y de B a A es el único libro de él que leí. No conozco nada de su biografía, y de su obra pictórica lo único que sé es que sus latas de sopa y sus series de Marilyn Monroe en colores son consideradas como arte pop. Hasta ahí llegan mis escasos conocimientos de él. Pero eso no me impide hacer algunas apreciaciones de su literatura.
Su libro es como sus pinturas: sencillo, impactante. La única diferencia es la intensidad. Los plenos de color de la serie de Marilyn, por ejemplo, no se comparan con la liviandad de las narraciones. Su filosofía se basa en hechos cotidianos, típicamente neoyorkinos, de un grupo de artistas excéntricos.
Ya desde el principio nos enteramos que A y B son cualquiera que lo ayude a matar el tiempo. O sea que este es un libro que quiere darle batalla al aburrimiento. Y lo logra, porque su lectura es ágil, y sin darnos cuenta, nos va envolviendo con sus historias y sus concepciones particulares del amor, el trabajo, la amistad, y otros temas tan universales como particular es la mirada con que los recorta y los expresa.
Andy se confiesa, cuenta episodios de su vida, anécdotas, pero sin entrar en el carácter intimista de un diario personal. Todo es fugaz y atrapante, y, aunque las anécdotas no sean verdaderas, quedan bien con su cara, con su manera de hacer arte y con la parte de su personalidad que supo vendernos.

lunes, 3 de marzo de 2008

Mi abuela estuvo adentro de un arco iris

Estamos como en Macondo. Obviamente que esta frase se aplica sólo después de la exageración típica a la que uno es proclive cuando algo le molesta. No, no hace cuatro años que está lloviendo. Hace casi una semana. No es tan grave (sin minimizar a toda la gente que se vio afectada por inundaciones, desde ya). Es sólo lluvia durante varios días seguidos, hacia el fin del verano.
Tampoco fue un terrible tornado lo que azotó el horizonte del Río de la Plata, sino que fue una ¿tromba es que le dicen? Viento bastante fuerte que levanta partículas mínimas de agua, que crearon ese efecto cinematográfico fielmente reproducido hasta el hartazgo por los noticieros, en una aburrida (y gris, no lo olvidemos) tarde de domingo. Ese espectáculo aterrorizador no es más que eso, un espectáculo, ya que el fenómeno climático se disipa y pierde su fuerza al llegar a la orilla.
El tema obligado es el clima, o el “tiempo” en el dialecto rioplatense. Entre tanto comentario pesimista por los días que se viven (o que se padecen), todos pegoteados y húmedos, escuché una historia que es la única que merece ser contada a este respecto. Y la escuché de boca de mi abuela, quien con su inmensa sabiduría, supo dejar de lado los engorrosos dolores de huesos provocados por la humedad, la ropa que no se seca y el aire que parece aplastarnos, para recordar y decir apaciblemente “yo estuve adentro de un arco iris”.
En la altura de las colinas de su Schio natal, una tarde como estas que estamos viviendo, un rayo de sol iluminó las partículas de agua suspendidas en el aire, y las mismas descompusieron la luz en el espectro de todos los colores. Este arco iris llegó hasta la ladera de la colina donde se encontraba mi abuela, quien decidió meterse dentro del haz de luz acuosa.
- Y ¿qué se veía?- pregunté yo.
- Todos los colores- respondió ella sonriendo.
Pero el momento idílico se quebró cuando mi abuela remató su anécdota agregando que salió toda empapada.¿Y qué importa mojarse un poco la ropa si se estuvo adentro de los colores?