lunes, 19 de mayo de 2008

Entrevista a Regula Rohland - Titular de Literatura Alemana de la UBA hasta el 2007.

De Alemania a Argentina en los años ´70

El país que no conocía la violencia

Argentina como un país sin violencia. Ese era el concepto que atrajo a un matrimonio de alemanes, en los años en los que se gestaba el último golpe militar. Regula Rohland de Langbehn relata cómo fue su llegada al país, y hace un recorrido de su vida de inmigrante hasta la actualidad.

Esta mujer que vivió dividida entre el viejo continente y el nuevo mundo, que en cierto sentido fue defraudada por el país en el que apostó, recuerda con tranquilidad cómo su vida se amoldó a las condiciones que fue encontrando como extranjera. Siguiendo el ideal de su marido, un ingeniero que se había formado en Argentina, Regula Rohland dice que nunca pensó que la vida acá sería tan dura, y agrega, con su acento marcado y algunas dificultades idiomáticas: “Yo inocentemente me metí en esa hazaña y después hubo que darle pecho”.
Llegó embarazada de su primer hijo en 1970, a los treinta años. En ese entonces vivió en San Isidro, donde crió a tres hijos bastante sola, mientras su marido trabajaba. Pero esta no fue su primera experiencia en Argentina. A los nueve años había venido con sus padres y sus hermanos, ya que la postura anti-nazi de su padre le había dificultado conseguir un trabajo después de la guerra. Entonces vivió el paso de la infancia a la adolescencia en tierras extranjeras, en un colegio de San Isidro, donde también asistían chicos alemanes. A los dieciséis años volvió a Alemania, y se doctoró en Literaturas Hispánicas.
Frente a la pregunta acerca de qué país encontró en los ´70, en su segunda inmigración, responde que lo primero que se le apareció fueron los recuerdos tristes de su infancia. Ya casada y esperando a su primer hijo en otro país, recordó lo infeliz que había sido de chica en este país desconocido, en el que había pasado años de soledad. Ese sabor amargo le duró bastante tiempo, ya que se vio con tres hijos pequeños por criar y un marido que debía viajar mucho por trabajo. No tenían muchos amigos por esa época, y sólo contaban con familiares de su esposo, “pero la familia del marido no es la de una” dice como una especie de sentencia.
Los años de ama de casa y madre llegaron a su fin cuando el más chico de sus hijos tuvo tres años. Pero no se arrepiente de ese tiempo, ya que está convencida de que a los hijos los tiene que cuidar la madre. Obtuvo un puesto en la Universidad de Morón a través de Susana Zanetti, reconocida especialista en Literatura Latinoamericana, y miembro del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires. Después de esa oportunidad laboral trabajó en el Göthe Institut dando clases de Literatura y Cultura Alemana, y en el Instituto Lenguas Vivas.
Durante veinte años se desempeñó como titular de las Cátedras de Literatura Alemana y de Literatura Europea Medieval en la carrera de Letras en la UBA. Títulos muy honoríficos que de todos modos no cumplían con sus verdaderos anhelos: ella es especialista en Literatura Hispánica, pero la injusticia se impuso entre su verdadera preparación y las oportunidades que tuvo en la UBA. Su acento jamás se le fue, y la nacionalidad propia no es algo que pueda ser borrado. Así fue como la Universidad la encasilló en Literatura Alemana, a pesar de su preparación y su doctorado. Y muy a su pesar. Recuerda los primeros años en los que tuvo que asumir la Cátedra, y la preparación de las clases teóricas, que le insumían semanas enteras de estudio intensivo. “Pero es la vida, ¿no?” dice desde la sabiduría de la madurez. De todos modos, puede rescatar con cierto humor esta injusticia que tuvo que vivir a causa de su lengua materna y de su acento indeleble: “¡parece que piensan que uno enseña a los niños a hablar! ¿no? ¡Si ya saben hablar!” dice entre risas. A pesar de todo, se quedó en Argentina, y enseñó en su universidad pública más prestigiosa. Pero de todos modos, tiene una visión realista de este país, ya que confiesa que ni ella ni su marido habrían creído que el país se desarrollaría de la manera en que lo hizo. En algún aspecto fue una desilusión la irrupción de la violencia en este país que creyeron libre de ella. Como una mujer que vivió la violencia de cerca, en la Alemania de Hitler, tuvo una sensibilidad especial respecto de la violencia del golpe militar del ´76, y de la vuelta de la democracia. Ella vivió la reconstrucción de la Alemania en ruinas después de la Segunda Guerra Mundial, y sabe que un país puede salir adelante, por eso afirma con contundencia que la pobreza en Argentina es una cuestión que debe poder eliminarse de la noche a la mañana.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Leyendo la nota publicada, recordé cierto libro que por esas gratas sorpresas un día cayó en mis manos y del cual me atrevo a compartir un fragmento que lleva por nombre “Monólogo al amanecer”. No intenta poner en discusión nada de lo citado, simplemente compartir una experiencia…

“En otra ocasión estábamos cavando una zanja. El amanecer sembraba una luz grisácea… Mientras trabajaba, mi imaginación se escapó otra vez a conversar quedamente con mi esposa, o tal vez intentaba escudriñar la razón de mis sufrimientos, de aquella lenta agonía. En una última y violenta protesta contra lo inexorable de una muerte inminente, sentí como si mi espíritu rasgara mi tristeza interior y se elevara por encima de aquel mundo desesperado, insensato, y por algún lugar escuché un victorioso "sí" en respuesta a mi pregunta sobre si mi vida escondía en último término algún sentido. En aquel mismo momento encendieron una luz en una granja lejana, una luz que se recortaba sobre el horizonte como una pincelada de color frente al gris miserable de aquel amanecer en Baviera. Et lux in tenebris lucet. Y la luz brilla en medio de la oscuridad.”

Viktor Frankl (1905-1997)
El Hombre En Busca del Sentido
(Sobre su experiencia tras ser prisionero en un campo de concentración alemán)

Las ganas de escribir puede posarse en muchos, la elocuencia para hacerlo, solo unos pocos privilegiados la tienen.

Gracias por dejarme postear esto.

Renata Speranza dijo...

Por nada, gracias por tomarte el tiempo para leer, pensar y responder.