El adjetivo imperceptible le jugó una mala pasada a esta película basada en la novela del escritor argentino Guillermo Martínez. Lo que debía ser difícil de percibir fue obvio y explícito, hasta forzado por momentos.
Ya se sabe, el pasaje de una obra literaria al séptimo arte es un asunto delicado, en el que se debe tener espacial cuidado en captar la esencia áurica propia de los libros, o de los buenos libros, si se quiere. Y esta película deja muchas expectativas incumplidas.
Por empezar, el director Alex de la Iglesia funciona como un gancho, una promesa. Pero es una promesa que decepciona. Más que una obra de un reconocido director, con todas sus mañas y marcas propias, es una película más, para pasar el rato simplemente. Es una típica película de la Warner Bros., en la que hubiera dado lo mismo cualquier director. Tiene la impronta hollywoodense hasta la médula. Y eso que el libro es argentino y el director español. Se ve que la industria de las películas producidas en serie tiene el poder de aplastar y de funcionar como tábula rasa implacable.
El resultado no es mal del todo, sino más bien un gusto amargo. No se puede negar que la película es entretenida, y que el misterio de los crímenes, como la mayoría de las historias de misterio, es atrapante. Más que por su profundidad o por el interés intrínseco de la trama, la película funciona a través de las ganas del espectador por saber quién es el asesino. Pero el develamiento final tampoco es maravilloso.
En definitiva, una película más. De esas cuyo fuerte radica en los típicos elementos: una historia que despierta cierto interés y un actor que se hizo más conocido desde El Señor de los Anillos, Elijah Wood. La Universidad de Oxford es un espacio casi anecdótico, la admiración del joven estudiante por el profesor de matemática no está bien fundada, y las explicaciones dejan bastante que desear. Por último, del “misterio” y del patrón del asesino, es mejor no hablar. Los crímenes de Oxford es una película más, que pasará sin pena ni gloria.
Ya se sabe, el pasaje de una obra literaria al séptimo arte es un asunto delicado, en el que se debe tener espacial cuidado en captar la esencia áurica propia de los libros, o de los buenos libros, si se quiere. Y esta película deja muchas expectativas incumplidas.
Por empezar, el director Alex de la Iglesia funciona como un gancho, una promesa. Pero es una promesa que decepciona. Más que una obra de un reconocido director, con todas sus mañas y marcas propias, es una película más, para pasar el rato simplemente. Es una típica película de la Warner Bros., en la que hubiera dado lo mismo cualquier director. Tiene la impronta hollywoodense hasta la médula. Y eso que el libro es argentino y el director español. Se ve que la industria de las películas producidas en serie tiene el poder de aplastar y de funcionar como tábula rasa implacable.
El resultado no es mal del todo, sino más bien un gusto amargo. No se puede negar que la película es entretenida, y que el misterio de los crímenes, como la mayoría de las historias de misterio, es atrapante. Más que por su profundidad o por el interés intrínseco de la trama, la película funciona a través de las ganas del espectador por saber quién es el asesino. Pero el develamiento final tampoco es maravilloso.
En definitiva, una película más. De esas cuyo fuerte radica en los típicos elementos: una historia que despierta cierto interés y un actor que se hizo más conocido desde El Señor de los Anillos, Elijah Wood. La Universidad de Oxford es un espacio casi anecdótico, la admiración del joven estudiante por el profesor de matemática no está bien fundada, y las explicaciones dejan bastante que desear. Por último, del “misterio” y del patrón del asesino, es mejor no hablar. Los crímenes de Oxford es una película más, que pasará sin pena ni gloria.
* Los crímenes de Oxford. Dirección: Álex de la Iglesia. Países: España, Reino Unido y Francia. Año: 2008.
*Martínez, Guillermo; Crímenes imperceptibles; Argentina, Planeta, 2003.
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