lunes, 4 de febrero de 2008

En los resquicios del poder


(A partir de esta escena de la película La vida de los otros de Florian Henckel-Donnersmarck)



Para el agente de la STASI, Gerd Weisler, la vida de los otros siempre había sido el objeto de su trabajo. Hurgar en la privacidad ajena en busca de disidencias y oposiciones al régimen de la República Democrática Alemana constituían su especialidad. Pero su férrea convicción y lealtad al régimen se quiebran frente a la realidad del escritor Georg Dreyman y la actriz Christa- Maria Sieland, cuyas vidas debe diseccionar con la presición milimétrica de un científico.
El punto de inflexión se hace presente en la zona fronteriza , híbrida, de un ascensor. A medio camino del trabajo a su hogar, Wiesler, encerrado en el cubículo del elevador, toma conciencia de que no hay vuelta atrás. Luego de abandonar su puesto de vigilancia, donde detrás de los micrófonos las personas viven sus vidas con intensidad, y urden planes arriesgados para hacer oír sus voces, el agente vuelve a su frío departamento, a su vida vacía y carente de sentido. Estos dos polos configuran una dialéctica que se pone a funcionar en el espacio del ascensor. La elección de este espacio para la confluencia de dos realidades opuestas no parecería casual ni inocente. El encierro hermético prefigura la asfixiante atmósfera de un régimen dictatorial. La luz difusa, que lastima la mirada, y la imposibilidad de escapar cuando uno desee son algunos de los elementos constitutivos de esta alegoría. Y todavía faltan los personajes principales: el poder absoluto, representado por Gerd Weisler, y la inocencia y la indefensión, en la piel del niño que vuelve de jugar.
En el breve diálogo que mantienen ambos se produce el punto de inflexión. La pregunta reformulada a último momento, con su falta de sentido y su ridiculez, acerca de la identidad del juguete del niño, da muestras de la realidad que los circunda, de la sinrazón de todo aquello que se impone por la fuerza. El chico, sin saber que en ese encierro se libraba una batalla, la ha ganado, se ha salvado. Y Gerd Weisler también se ha salvado, más allá de los errores cometidos en el pasado, aún tiene tiempo para redimirse. Y lo que habla a través de sus actos es la integridad de todo ser humano que se rige por sus convicciones más profundas, pero sin cerrarse a las posibilidades de cambio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Renata, y me agrada tu blog. La vida de los otros es una excelente película, el derecho a la intimidad, un régimen dictatorial, y al final queda la humanidad. Un saludo.

Pd: Gracias por la visita y por el comentario en mi blog.