ADVERTENCIA: el texto será largo, por lo tanto no será dos veces bueno. O quizás sí. (Por lo menos es cotidiano y entretenido, un poco de aire después de tanta seriedad).
En pleno siglo XXI el ser humano sigue practicando rituales, como si subsistiera algo del espíritu creyente de los primeros pobladores de la tierra, con sus tótems y amuletos. A pesar de los adelantos científicos y de las explicaciones racionales del mundo de hoy, llega el momento en que todo se deposita en una cábala, que se transforma en el único medio capaz de lograr el éxito deseado.
Los argentinos tenemos una relación estrecha con las cábalas. Frente a acontecimientos con algún grado de presión, acuden a la ayuda mágica de la suerte, que se expresa a través de actos rituales repetitivos: las cábalas.
Creer en el poder de los amuletos cabalísticos habla de una suerte de fe. Por eso muchas veces estampitas, rosarios y cruces se convierten en elementos fetiches más que religiosos. San Expedito, el patrono de las causas urgentes, está a la orden del día. Ante una situación complicada, mucha gente reconoció pedirle la solución al santo, pero este pedido tiene más características de orden que de ruego. La velocidad con la que se vive se traspasa al ámbito de la fe y las creencias, y se le exige a esta figura que cumpla con los deseos y las necesidades de este grupo de creyentes-demandantes. Eso sí: con rapidez, que es lo fundamental.
Muchos barrios de la zona sur del Gran Buenos Aires tienen una nueva decoración desde hace algunos meses. En un recorrido de 20 cuadras por Bernal, Don Bosco o Wilde se pueden ver numerosos pasacalles que no expresan los típicos saludos por cumpleaños, o las declaraciones de amor más explícitas, sino que se dirigen directamente a San Expedito, en acción de gracias “por los favores concedidos”. Por lo visto, acudir al santo ayuda, y los fieles cumplen a través de un pasacalles con alguna promesa hecha a aquel que los ayudó rápidamente.
Esto ocurre en el ámbito barrial y familiar, pero no es exclusividad de este grupo. Las comunidades de actores tienen sus propias cábalas, amuletos y frases que dan suerte y prometen éxitos, ya sea en el escenario, o frente a las pantallas de televisión. No hay que olvidar los millones de cábalas que existen en el mundo futbolístico, tanto por parte de los jugadores, como de los hinchas. Y esta especie de manía no se detiene ahí, ya que los mismo clubes alientan prácticas supersticiosas; como por ejemplo, alcanza con recordar los círculos de sal puestos en el camino que tenía que recorrer La Volpe, en ese entonces técnico de Boca, en su camino hacia el partido contra Estudiantes de La Plata.
Pulseritas rojas contra la envidia, esquivar una escalera para no pasar debajo de ella y no atraer la mala suerte, tener en cuenta los martes 13 (y los viernes! como si fuera poco) para no casarse ni embarcarse, desear “merde” a los actores antes de salir a escena, o la repetición del apellido “Pugliese Pugliese Pugliese” entre los músicos. Nadie se salva, y son pocos los que se sienten lo suficientemente seguros de sí mismos o de sus capacidades como para no confiar en algún tipo de cábala. Aunque uno sea el mejor.
Este tipo de practicas también se difundió entre los jóvenes. Con sólo hacer un recorrido por cualquier facultad o colegio en épocas de finales o recuperatorios, en los que muchos se juegan el año de estudio, aparecen todo tipo de cábalas y amuletos de la suerte, para enfrentarse a la temida mesa de examen. Entre fotocopias arrugadas, subrayadas, leídas y releídas, están las estampitas, los mensajes de suerte, las velas que prendieron las abuelas. Y los alumnos ponen al descubierto sus trucos con total naturalidad, en medio de sus nervios. Los que estudiaron y los que no, todos acuden a la ayuda mágica de una cábala, como si encontraran un suelo más firme sobre el que pisar.
El ser humano siempre necesita apoyarse en algo más, creer que hay algo que cuida de su suerte, de sus proyectos y desafíos, por eso aparecen las cábalas. Con esas pequeñas seguridades, se puede tener la frente un poco más en alto, y el corazón se desacelera un poco. Pero tan sólo un poco, ya que, al fin y al cabo, las cábalas no dejan de ser parte del mundo de la superstición, y sus propiedades no están científicamente comprobadas.
En pleno siglo XXI el ser humano sigue practicando rituales, como si subsistiera algo del espíritu creyente de los primeros pobladores de la tierra, con sus tótems y amuletos. A pesar de los adelantos científicos y de las explicaciones racionales del mundo de hoy, llega el momento en que todo se deposita en una cábala, que se transforma en el único medio capaz de lograr el éxito deseado.
Los argentinos tenemos una relación estrecha con las cábalas. Frente a acontecimientos con algún grado de presión, acuden a la ayuda mágica de la suerte, que se expresa a través de actos rituales repetitivos: las cábalas.
Creer en el poder de los amuletos cabalísticos habla de una suerte de fe. Por eso muchas veces estampitas, rosarios y cruces se convierten en elementos fetiches más que religiosos. San Expedito, el patrono de las causas urgentes, está a la orden del día. Ante una situación complicada, mucha gente reconoció pedirle la solución al santo, pero este pedido tiene más características de orden que de ruego. La velocidad con la que se vive se traspasa al ámbito de la fe y las creencias, y se le exige a esta figura que cumpla con los deseos y las necesidades de este grupo de creyentes-demandantes. Eso sí: con rapidez, que es lo fundamental.
Muchos barrios de la zona sur del Gran Buenos Aires tienen una nueva decoración desde hace algunos meses. En un recorrido de 20 cuadras por Bernal, Don Bosco o Wilde se pueden ver numerosos pasacalles que no expresan los típicos saludos por cumpleaños, o las declaraciones de amor más explícitas, sino que se dirigen directamente a San Expedito, en acción de gracias “por los favores concedidos”. Por lo visto, acudir al santo ayuda, y los fieles cumplen a través de un pasacalles con alguna promesa hecha a aquel que los ayudó rápidamente.
Esto ocurre en el ámbito barrial y familiar, pero no es exclusividad de este grupo. Las comunidades de actores tienen sus propias cábalas, amuletos y frases que dan suerte y prometen éxitos, ya sea en el escenario, o frente a las pantallas de televisión. No hay que olvidar los millones de cábalas que existen en el mundo futbolístico, tanto por parte de los jugadores, como de los hinchas. Y esta especie de manía no se detiene ahí, ya que los mismo clubes alientan prácticas supersticiosas; como por ejemplo, alcanza con recordar los círculos de sal puestos en el camino que tenía que recorrer La Volpe, en ese entonces técnico de Boca, en su camino hacia el partido contra Estudiantes de La Plata.
Pulseritas rojas contra la envidia, esquivar una escalera para no pasar debajo de ella y no atraer la mala suerte, tener en cuenta los martes 13 (y los viernes! como si fuera poco) para no casarse ni embarcarse, desear “merde” a los actores antes de salir a escena, o la repetición del apellido “Pugliese Pugliese Pugliese” entre los músicos. Nadie se salva, y son pocos los que se sienten lo suficientemente seguros de sí mismos o de sus capacidades como para no confiar en algún tipo de cábala. Aunque uno sea el mejor.
Este tipo de practicas también se difundió entre los jóvenes. Con sólo hacer un recorrido por cualquier facultad o colegio en épocas de finales o recuperatorios, en los que muchos se juegan el año de estudio, aparecen todo tipo de cábalas y amuletos de la suerte, para enfrentarse a la temida mesa de examen. Entre fotocopias arrugadas, subrayadas, leídas y releídas, están las estampitas, los mensajes de suerte, las velas que prendieron las abuelas. Y los alumnos ponen al descubierto sus trucos con total naturalidad, en medio de sus nervios. Los que estudiaron y los que no, todos acuden a la ayuda mágica de una cábala, como si encontraran un suelo más firme sobre el que pisar.
El ser humano siempre necesita apoyarse en algo más, creer que hay algo que cuida de su suerte, de sus proyectos y desafíos, por eso aparecen las cábalas. Con esas pequeñas seguridades, se puede tener la frente un poco más en alto, y el corazón se desacelera un poco. Pero tan sólo un poco, ya que, al fin y al cabo, las cábalas no dejan de ser parte del mundo de la superstición, y sus propiedades no están científicamente comprobadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario